sábado, 2 de octubre de 2010

Pero esta noche, moriría por vos

-Vamos, mi niño, a perder la cabeza.
Le dedica la más grande de sus sonrisas antes de perderse de nuevo en el perfume de su cuello. Hunde los dedos en sus débiles rizos y los acaricia, bajando luego por su nuca, sabe que eso le vuelve loco. Él se dedica a masajearle la espalda, con aire tranquilizador.
-¿Sabes? He pensado que esta noche no quiero dormir. Es más, tampoco voy a dejar que lo hagas tú. Quiero que pasemos la noche más especial de nuestra vida.
-¿Estás loco? ¡Mañana hay clase! Y tú llevas mucho sin pasar una buena noche.
-¿Y? ¿Qué hay de malo en querer pasarme toda la noche al lado de mi pequeña Amélie?
-Puedes hacerlo igualmente durmiendo.
-No, que te mueves y a saber cuán lejos acabas de mí.
-Pero si la cama no mide ni dos metros de ancho, gordo.
-Me da igual, no quiero separarme de ti ni medio centímetro.
Be suspira. No puede negarle nada y él lo sabe, pero no va a dejar de darle vueltas a su sentimiento de culpabilidad por hacer que pase la noche en vela.
-¿Por qué no me pediste esto ayer? Era sábado y hoy podrías descansar.
-Pero ¿qué más da? Lo bueno de la vida son las acciones espontáneas, las que ni uno mismo se espera. Déjame hacerte pasar la noche más maravillosa de tu vida.
Antes de que le pueda replicar, él la detiene con un beso lento, intenso, parecido a los que se hacen a cámara lenta en los cines pero sin atrasar los segundos para que pasen más despacio.
-Y luego soy yo la que hace contigo lo que quiere, ¿no? -alza una ceja, sin poder reprimir esa sonrisa estúpida que hace ver a todos el grado de locura que tienes por esa persona.
-Es que me tienes ganado, pequeña sonrisa de Amélie.

Lo más bonito de la noche, sin duda alguna, es el brillo de la luna cuando las nubes le dejan paso. Esa noche, sin embargo, dos cuerpos queriéndose con locura le quitan el protagonismo. Aunque parece que a ella no le importa, porque despliega toda su luz sobre el claro donde se encuentran los dos trasnochadores. La toalla donde estaban tumbados se ve ya muy lejos de ellos, no quiere robarles intimidad. La ropa que llevaban, tímida, se oculta entre los desniveles de hierba que aún los jardineros no arreglaron. Pero a ellos les da igual. Como bien dice la canción, la mejor marca de ropa que conozco se llama tu piel.