jueves, 19 de mayo de 2011

Miradas, corazón, motor

Hacía dos meses que no cruzaban una sola palabra. Tan solo miradas de nostalgia era lo que compartían.
Ella no daba el paso por su orgullo; él, por miedo al rechazo. Aunque ninguno lo aceptaba, se regalaban cien visitas diarias en busca de algún tablón, comentario o estado que les pudiera guiar acerca de cómo le iba al otro.
Ella se tiraba las noches en vela leyendo sms, comparando el principio con el final, y llorando en silencio. Él dormía abrazado a su foto, acariciando sus ojos azules y memorizando la dedicatoria que había por detrás.
Martes, 14:30, salida, libros y hojas desparramadas, corazones recién encontrados.
-Lo siento, de veras.
-No pasa nada.
Se rehuyen la mirada mientras recogen los apuntes de ella. Él le da los pocos que logró recoger antes de que ella le impidiera agacharse. Se rozan con la punta de los dedos: electricidad. Ella se da la vuelta.
-Bree, espera.
-Dime –sus miradas se encuentran, por fin.
-Te estás comportando como una inmadura.
-¿PERDONA? No fui yo la que cortó por sms, ¿eh? Te lo recuerdo.
-Oh, venga, me vas a decir que me rehuyes por eso… Escucha, yo también te echo de menos y estoy harto de fingir indiferencia.
-¿Tú también me echas de menos? ¿Y ese ‘también’ a santo de qué viene? Creo que te estás confundiendo de Bree, si me disculpas.
Él la agarra del brazo.
-Te quiero, Be.
El sonido de un motor se acerca sutilmente a la acera donde están. Ella sonríe.
-Lo sé, Drew, y yo a ti también.
Un chico moreno, ojos marrones pero intensos, casco en mano, baja de la moto.
-Pero ya no eres el único.
Le da un beso en la nariz, inocente, pícara. Se aleja en dirección a la Kawasaki ninja 250 y se pierde en el horizonte, el humo delator de su rumbo perdido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario